Las TIC transforman la experiencia de aprendizaje incrementando la velocidad, flexibilidad y eficiencia de la transferencia del conocimiento. La más aceptada aplicación de este concepto en el ámbito de la educación es el e-Learning, que incluye un cambio de metodología que fomenta la participación activa de los estudiantes, su iniciativa y el pensamiento crítico (Uzunboylu, Bicen, Hand y Cavus, 2011).
Si las universidades pretenden tener estudiantes involucrados en los procesos de aprendizaje, deben adaptar su estrategia de enseñanza a sus estilos de vida (Arteaga et al., 2014). El trabajo en redes sociales, más allá de las implicaciones pedagógicas que presenta (Menkhoff, Chay, Bengtsson, Woodard y Gan, 2015; Neier y Zayer, 2015; Mora, Signes, De Miguel y Gilart, 2015), puede incrementar la involucración, motivación y satisfacción de estos (Imlawi, Gregg y Karimi, 2015).
El capital social en la educación universitaria online
Cualquier entorno educativo que aspire a ser efectivo, especialmente en la modalidad online, debe facilitar el proceso social del aprendizaje a través de herramientas para interactuar, motivar e involucrar a los estudiantes (Domizi, 2013; Junco et al., 2011; Wright, 2010). El hecho de que los estudiantes apenas tengan oportunidades para encontrarse, entre ellos y con el profesorado, más allá del entorno educativo dota de mayor relevancia a la identificación de fórmulas que puedan promover la continuidad entre las relaciones de clase y fortalecer el sentido de comunidad (Domizi, 2013). Esta interacción puede tener lugar a través de una amplia variedad de herramientas, tanto formales como informales (Khan et al., 2014).
El uso de las TIC facilita el desarrollo del capital social compartiendo conocimientos, entretenimiento y asegurando una educación de calidad (Aleksic y Magzan, 2012). El capital social es la suma de los recursos actuales o potenciales vinculados a la posesión de una red de relaciones, más o menos institucionalizadas, conseguidas a través del reconocimiento mutuo y el respeto. Se puede referir a los beneficios relacionales que surgen de las redes sociales, o conexiones con individuos o grupos (Seale et al., 2015) en los medios sociales a través de las reglas de reciprocidad asociada a los mismos (Tomai et al., 2010). Los estudiantes universitarios consideran los social media como herramientas que pueden ayudarles en su transición a la vida universitaria (Arteaga et al., 2014).
Son y Lin (2008) han mostrado que los trabajos vinculados al capital social en este ámbito se concentran en dos dimensiones. La primera de ellas parte de la utilidad que genera el capital social para estos individuos, mientras que la segunda se centra en el efecto que éste tiene sobre estos actores individuales.
Dentro de la primera categoría, Putman (2000) distingue entre bridging y bonding capital social. El capital social bridging surge cuando las personas con diferentes backgrounds interactúan, favoreciendo la participación de personas con diferentes características y creando puentes entre ellos. El capital social bonding puede ser exclusivo y es creado entre personas vinculadas a relaciones entre personas con un mismo perfil. Éstos tienen poca diversidad y generan fuertes conexiones personales. Williams (2006) resaltó la diferencia entre capital social bridging, aquel basado en relaciones fuertes y cercanas que son generales e inclusivas, mientras que el capital social bonding se basa en la expansión del horizonte social que carece de apoyo emocional.
El aprendizaje colaborativo es aquella interacción social que involucra a una comunidad de estudiantes e instructores, donde los miembros adquieren y comparten su experiencia o conocimiento. El éxito de sus actividades requiere de una constante generación, transferencia y comprensión del conocimiento, haciendo de la colaboración un proceso esencial (Su, Yang, Hwang and Zhang, 2010). Dado que los estudiantes se quejan de la carencia de oportunidades para establecer comunicaciones reales, la integración de los social media en las prácticas educativas se ha convertido en un elemento vital para ofrecer unas oportunidades de aprendizaje más robustas. El éxito de los sistemas de aprendizaje 2.0 se basa en un aprendizaje interactivo y colaborativo y en el desarrollo de comunidades online (Wang and Chiu, 2011).
Como ha sido verificado, el uso de los social media modera la adopción de plataformas de e-Learning (Medina y Rufín, 2014; Rufín y Medina, 2012), al tiempo que se vincula con mayores niveles de autoeficacia, autoestima y aceptación social de los estudiantes (Ainin et al., 2015; Arteaga et al., 2014; Balakrishnan et al., 2015; Cao et al., 2013). El uso de los social media incrementan el capital social en sus dos vertientes, tanto bridging como bonding capital social, aunque cada uno de ellos presenta sus particularidades, debido al dispar efecto que generan. Así, aquellos social media que vinculan a personas con perfiles diferentes incrementan la comprensión y confianza de los estudiantes (Ainin et al., 2015). En otras ocasiones se atribuye al capital social bridging la posibilidad de fortalecer relaciones inicialmente débiles (Whom et al., 2013). Asimismo, se vincula la intensidad del uso del social media con el desarrollo de capital social bridging (Tomai et al., 2010).
Cuando los estudiantes interactúan con personas que presentan un background y experiencia diferente, desarrollan un mayor nivel de familiaridad con ellos, alcanzando un mayor nivel de comprensión y confianza (Ainin et al., 2015). En esta línea, se ha señalado cómo las tecnologías genéricas son más valoradas para apoyar las plataformas de e-Learning (Seale et al., 2015). En relación al capital social, se ha probado que se encuentra positivamente relacionado con el uso de entornos online (Zhang, 2014). La intensidad en el uso de la red social, la duración de su uso y los motivos de uso se vinculan con la formación de capital social bonding y bridging, mientras que la autoestima y gratificaciones con la vida universitaria son antecedentes del capital social bonding (Ahmad, Mustafa y Ullah, 2016).